Maíllo

La pintura es motor de pensamiento.

Entiendo la pintura como un motor de pensamiento. En combinación con el dibujo, ayuda a establecer diagramas y mapas conceptuales. La pintura ordena los distintos desplazamientos políticos, sociales y culturales, de los que muchas veces somos testigos impotentes. La pintura los hace legibles y devuelve nuestra mirada al centro de los acontecimientos.

Me gusta pensar que, en mi obra, las ideas se relacionan entre sí, se contagian y propician encuentros y oposiciones de manera dinámica. Son estos encuentros los que, a su vez, me llevan a reflexionar sobre todos los estímulos a los que estamos sometidos, a veces tan fugaces que es difícil reconocerlos. Mi experiencia frente al lienzo, mi propia gestualidad, el signo creado por el trazo me ayuda a identificar dichos estímulos y cuantificar el impacto que puedan tener para nosotros.

De manera paradójica, en una disciplina tan antigua, tan atada a lo material como es la pintura, encuentro las herramientas para romper la dicotomía entre baja y alta cultura, afrontar la ausencia de grandes relatos y hacer oír la voz humana en la cacofonía maquinal del presente. La pintura crea, así, un espacio donde ya no se trata de comunicar nada sino de transmitir la hospitalidad y calidez propia de un hogar. Es, a partir de dicha calidez, desde donde trato que la unión de elementos dispersos desemboque en algo tan tradicional y significativo como es un cuadro.

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